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domingo, 20 de enero de 2013

No hay huevo


"Confesión mientras me tapo media barbillita con una sábana: en ocasiones leo libros. Enseguida salgo por la tele y se me pasa, no es grave. Pero el caso es que en el último que he devorado, 'La historia del hombre', de Cyril Aydon, se subrayan algunos datos sobre elhuevo de Colón que al menos a mí me han reconciliado con la naturaleza humana.
Aydon explica que el navegante genovésbasó su estimación del tamaño de la Tierra en cálculos erróneos de Toscanelli, un matemático que creyó que la circunferencia del ecuador medía solo 32.000 kilómetros, una cifra 8.000 kilómetros inferior a su verdadero tamaño. Toscanelli sería recordado como el último italiano modesto y prudente de la historia, con permiso de Mario Balotelli, claro.
Después de ultimar sus cálculos, el navegante catalán fue a ver al rey de Portugal para conseguir pasta, pero cuando este preguntó a sus geógrafos, le hablaron de Eratóstenes, que en el siglo III antes de Cristo lo había estimado en 40.000 kilómetros, con lo cual, esta vez el monarca luso no se antepuso esa i tan latina, esa i tan nuestra, y decidió pasar palabra.
Hace seis siglos, mucho antes de que Nueva Rumasa Bankia lo pusieran de moda, ya se sabía que siempre hay alguna víctima más confiada, menos informada o simplemente menos afortunada que sí esté dispuesta a comprar. Después de tocar varias teclas, el almirante balear pudo llegar hasta Isabel y Fernando, la primera pareja española de todos los tiempos, que pensaría como toda pareja española desde entonces: alquilar es tirar el dinero, y una compra será siempre una buena inversión.
Y vaya si compraron.
De su primer viaje a América, Colón volvió convencido de que había pisado las Indias. Hasta ahí, bien. Lo habrá pensado cualquiera que haya subido a un taxi en Nueva York. Pero es que cuando llegó hasta Cuba y los nativos intentaron explicarle que se trataba de una isla, él siguió defendiendo que se trataba de una península de la costa asiática, o lo que es lo mismo, tras escuchar a los expertos y pese a todas las evidencias, el tío siguió en sus trece, prueba irrefutable de que era hombre, jefe y español.
Seguimos para bingo, porque en 1498, algunos miembros de su tripulación fueron los primeros europeos en pisar el continente suramericano, pero el marinero de pelo Pantene, en su línea habitual, pensó que en este caso sí se trataba de una nueva isla. Menudo tertuliano del corazón hemos perdido.
Corte a su lecho de muerte, Colón sigue convencido e incluso llega a marcharse al otro barrio pensando que se ha quedado a las puertas de China.
La historia del no-huevo de Colón es solo una muestra de que incluso lo que hoy celebramos con bombo y platillo como Día de la Hispanidad, lo que aún se considera su mayor éxito, 'descubrir' -más bien conquistar- América, estuvo plagado de errores, uno detrás de otro, hasta el punto de que si hubiese sido por él, se habría llamado la Semana Fantástica de Oriente.
Y es que nunca hay un solo huevo. Jamás lo hubo. Y jamás lo habrá.
Hablamos del éxito y del fracaso como si fueran colores puros, valores binarios o sustancias sin adulterar. Pero eso es tan falso como las convicciones del almirante de dedo erecto. Porque es ignorar la cantidad de fracasos que hay en todo éxito, y la cantidad de éxitos que existen en cada fracaso. Es pasar por alto una verdad universal, tan válida en el siglo XV como lo es hoy: solo sabemos ganar a base de perder, y solo cuando se falla se acaba acertando en algo.
CAMINOS LLENOS DE ERRORES
Una relación sentimental acaba, pero deja días, meses o incluso años inolvidables, y puede que hasta alguna nueva vida en este mundo. Una oportunidad pasa, pero pone ante tus ojos la cantidad de cosas a las que ahora sí podrás dedicarte. Una persona muere, pero deja tras de sí muchos encargos en forma de recuerdos, uno por cada albacea emocional.
Pero es que también funciona al revés. El camino de cualquier éxito está igualmente plagado de errores. Errores de cálculo, errores de soberbia, errores por ignorancia, errores de expectativas, errores por culpa del azar. Errores que nos llevaremos a la tumba. Errores que, el día que cuenten nuestra historia, alguien se encargará de que no salgan en ningún titular.
Que nadie se equivoque con los que se equivocan. Que nadie demonice o menosprecie a los que persisten en el error.
Porque justamente gracias a esos errores puede que ellos acaben conquistando un corazón, toda una vida o incluso Ítaca.
Perdón, quería decir América.
En qué estaría pensando".
Esta reflexión, escrita por el conocido publicista Risto Mejide, me ha encantado y por ello quería incluirla en mi blog. 


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